Vínculos de Amor/Odio
La novela se publica el mismo año que nací; eso, para empezar. Acabo de conseguir una primera edición; eso, para seguir. Hace cienes y cienes de años, en una ciudad que ya no existe, como ya no existen las ciudades de aquella épica y también lejana época, a mis espadas se tramaban los designios de mi existencia. Años después de aquel 1962, cuando llevaba unos meses investigando pinturas y su autoría, Ramón, mi mentor, me lanzó un libro como éste sobre la mesa atiborrada de fotografías y legajos en su castillo cerrado de la calle de Sant Màrius. “Toma, léelo; es lo que te espera en adelante, para te vayas haciendo a la idea: no es un mundo fácil en el que estamos”.
Como dije, han pasado cienes y cienes de años desde aquellos tiempos. Ramón tenía razón, Joan Vila Casas tenía razón. Hoy, al abrir el sobre que traía la novela, me entraron escalofríos. Tenerla en la mano, sopesarla, olerla, repasar su tacto, son operaciones arqueológicas que escarban en mi mundo interior, muy anterior al que ahora habito y, sin embargo, paralelos. Entonces, cienes y cienes de años después, comprendo el origen de los mundos, del universo entero, y me estremezco hasta el estertor. Brutal, es poco.
“La imaginación de Vila Casas nos sitúa en un mundo turbio y compicadísimo: el de la gran organización internacional de la pintura falsa, sus traficantes y sus víctimas y también la vanidad de éstas. Cómo no recordar aquel día que fui citado en la comisaría de policía de Vía Laietana por una denuncia de la Interpol, por estafa. De aquel pobre hombre en Bilbao, con un Modiglinai en su casa. De la historia de la mujer de la casa del Doctor Vilà, en Llagostera, ahora museo, de su truculenta historia y cómo perdí yo un coche por un dibujo que finalmente no era de Goya, guiado por mi impulso y la “fiebre del oro” en la que viví sumido tantos años. Yo conocí a Clara Bussot, la heredera de la casa, quien me vendió el dibujo en medio de tantas fascinantes historias. “El museo sufrió algunos robos de eco internacional, como el de la colección de dibuijos de Modigliani, Degas, Corot y Toulouse-Lautrec de 1976, que Interpol recuperó a los tres años. Los Modigliani volvieron a desaparecer en 1983 fruto de la estafa de unos holandeses. La salud de la propietaria, fallecida en febrero del 2011, obligó a cerrar el museo. El hijo y los dos nietos de Clara Bussot heredaron el museo, y reabren el espacio a horas concertadas (según Wikipedia)”. ¿Y aquella tarde conversando con el Capitán Moore, secretario de Dalí, en la playa de Cadaqués? O el viaje a Suiza para conocer al coleccionista de unos cuántos dibujos de Picasso quien, catálogo en mano, se paseaba por Europa reclamando su autenticidad. O las infructuosas, por imposibles, visitas cada vez que pasábamos por Platja D’Aro, a la casa de una tal Tita Cervera. Y tantos, y tantos, y tantos kilómetros por Europa en aquel tanque de Volskwagen Passat, y luego aquel Ibiza prestado, con la maleta llena de turrones sobrantes de navidad para ir picando durante los viajes, y que nos duraban todo el año. Ninguno de mis amigos de entonces que adquirieron algún Picasso sin firma y que consiguieron el certificado de Palau i Fabre o de Maya Picasso, los conservan. Ramón murió, Josep María se retiró a los Pirineos, Carlos… https://www.abc.es/…/abci-polemico-lienzo-picasso-no… Todo esto ya viví todo eso algunos años antes, en el libro de Vila Casas.
Sin todo aquello, hoy no existiría nada de esto. No sé si podré volver a leer la novela que hoy llegó al museo. La sostengo en las manos y soy de nuevo aquel joven con todo por hacer. Me pregunto si aprendí algo. Vivo retirado en mi castillo, abierto al público, abierto en canal. Aquí está, la novela dormirá hoy en mi mesilla de noche. Tampoco sé si podré dormir.