Un retrato y dos lugares
Pasar cuatro días de viaje supone que deba recuperar el tiempo que no estuve en la isla. Tres buscadores tenían obras para mí. Como supondrán, en tres puntos distintos, bastante alejados entre sí, y de mi casa. Estoy acostumbrado. Es un placer ir a recoger esos tesoros. Los boletus de ayer, el retrato de hoy, y otra pieza que guardo para mañana una vez se la muestre a Germán y a Rubén, a ver si me dicen de qué se trata porque ando perdido.
Pastel sobre papel. 63 x 48 cm. Con la firma (o anotación) S Gautheron, Japón 1980. París 1983. Retrato de una joven con peinado a lo garçon. La técnica del sfumato confiere a la modelo esos contornos imprecisos y cierto aspecto de antigüedad y lejanía. Fondo y primer plano utilizan la misma técnica que, añadida a los años que ya acumula el papel y cierta humedad que soporta, le dan esa pátina que le supone notoriedad. Técnicamente está bien resuelto el dibujo, quizás se le puede achacar cierta falta de volumen en las carnaduras, de vida en el rostro, aunque bien pudiera ser intencionada tal sensación, para contribuir a incrementar la ambigüedad de la protagonista. Una pieza más que interesante.
Llevo varios intentos de búsqueda en la red para dar con el nombre de ese o esa artista. Sin resultados. Gautheron aparece como una bodega de vinos francesa; es a lo más que he llegado. Seguro que en el Bénézit (ya les hablé en alguna ocasión de ese fabuloso diccionario) aparecerá alguna reseña, pero no tengo acceso a esos tomos. Pero ese apellido puede que no sea el de la artista; tal vez fuera el de la retratada. Pero lo que me desnorta de veras son los dos lugares, Japón y París, y esos tres años de diferencia. No puede ser que se tardara tres años en hacer el retrato. ¿Qué refieren esas dos fechas? Lo comenté en voz alta a la mujer que lo encontró y fue contundente a la hora de sacarse una respuesta de la manga: “oh, es que la joven era francesa y se fue al Japón y se disfrazó de japonesa y al regresar puso las fechas en esa letra tan bonita y tan clara”. Tema resuelto. Tal hipótesis dista bastante de la realidad. Tampoco arrojó luz sobre el tema de la autoría. Ojalá los misterios del arte y de la vida fueran tan sencillos de resolver. No obstante, el ingenio de la mujer me hizo sonreír. Esa chispa es bastante habitual en los márgenes, allí no existe tanto miedo a equivocarse. Digo esto último y me viene a la mente, ipso facto, la película “Deprisa, deprisa” de 1981 dirigida por Carlos Saura, premiada con el Oso de Oro en el festival de cine de Berlín de aquel año. Incluso la retratada tiene un aire a Berta Socuéllamos, la actriz de la película. Pero no era ese el motivo del fogonazo; es más bien la referencia al ritmo que lleva mi vida marginal, el romanticismo del museo, y esa larga historia de amor entre el arte y un servidor, aunque no sepa pintar yo una mona. Siento que todo transcurre así, “deprisa, demasiado deprisa”.