Sitio Litre
Miren, en la red está toda la documentación, y más, sobre el lugar, así que ya saben dónde mirar si lo desean, que yo estoy agotado ya. Les traigo una acuarela firmada Oramas, parece. 33 x 27 cm. aproximadamente. Fue la primera vista de este lugar emblemático en llegar a la colección de arte abandonado. Todavía dormitaba en la carpeta de “nuevos”, sin catalogar ni comentar. Como es un tema ligerito, hoy es el día. Recuerdo que meses después caí en la cuenta que en la pequeña biblioteca de libros canarios, tenía yo el de José Luis García Pérez, en cuya portada luce una acuarela de Elle du Cane del mismo sitio. El prólogo es de Andrés Chaves, un tipo que me provoca ligeras arcadas, como el Pomares. Me dicen que esto último no lo debo decir, que perjudica al museo; pero es que callar me perjudica el hígado; así que digo. Ya callé lo que me ocurrió el otro día en una conferencia a la que asistí en el Puerto de la Cruz. Pelillos a la mar… La tercera imagen es de otra acuarela que hace poco un vecino donó al museo. La comenté en su día, y la honda impresión que me provocó saber quién era el autor.
Qué les digo. Pues que la isla también es eso, un muestrario de rincones donde poner el caballete y obtener la postal de turno. Me parece que también comenté hace tiempo que siempre he preferido el retrato de un rostro, a cualquier paisaje; el rostro, ese instante, contiene el universo. La naturaleza así, inmutable en lo grosero, pese al cambio de las estaciones y posibles cataclismos, no tanto. La insistencia en pintar o retratar un lugar, es de lo más aburrido, desgasta al propio entorno, es un signo de escasa imaginación. Por supuesto, una opinión subjetivísima, incluso de escaso calado intelectual. También, también. Pero hoy el cansancio se traduce en incontinencia verbal. Y dentro de nada en urinaria, según sean los resultados de la analítica que me hicieron ayer y el valor que arroje el Antígeno Prostático Específico (PSA); o como se llame, porque la PS5 es otra cosa, según tengo entendido. Y como corro el peligro de deslizarme por una pendiente verborreica casi automática, pues lo vamos a dejar aquí, vaya a ser que se cansen, me censuren y dejen de leer estas crónicas de NarniaRife, la isla cuyos rincones todo el mundo deseaba pintar.