Rebelarse

(un texto pernicioso, lo advierto)

“Por supuesto que no podía hablarse de ausencia de destreza técnica. Lo que reflejaba la escultura (léase aquí también pintura) era cómo el espíritu se emancipaba, con pleno conocimiento de causa, de lo natural, y cómo ese desprecio de la naturaleza como postura casi religiosa se anunciaba a través de la negativa a someterse a sus dictados”.
“La Montaña mágica”. Thomas Mann. Página 570.

El Museo de Arte Abandonado, en ocasiones se me aparece entre brumas como una contrarrevolución; algo así como el retorno a la intención primigenia del arte, a esas inalcanzables pinturas rupestres. Y un alzamiento en toda regla contra los planteamientos museísticos de todos los tiempos. Pero ya digo que son borrosas y delirantes apariciones puntuales; después se me pasan y pienso que es todo un disparate, incluso yo mismo. Y también eso se difumina para dar paso a algo inapelable: hay que limpiar el baño o preparar la comida. Y entonces sí, quiero pegarme un tiro o matar a todos los dioses, que vendría a ser lo mismo. ¡Y se me pasa también esa prisa! Me pongo a leer cosas peligrosísimas, como a Thomas de Quincey. “Uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le dará importancia al robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.” (“Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes”).