Mujer sentada
Pieza de Montserrat Mira. Óleo sobre lienzo, 1967. 70 x 50 cm. Está entre la contundencia de una modelo de Julio Romero de Torres (ver la pieza “La buenaventura” anexa en los comentarios) y una figura femenina de Gustav Klimt (también una obra suya en los comentarios). No diré nada de las comparativas, únicamente es una muestra de cómo la mente, ante un estímulo, busca en sus archivos algo similar para clasificarlo y extraer conclusiones o hipótesis. Una vez ahí, puede proponer un punto y aparte, lanzarse al Coliseo y confrontar los distintos argumentos que su propuesta pueda sugerir. Vaya, pues, ese punto que es un salto.
Quiero pensar que Montserrat abordó esta pintura a partir de unas simples manchas de color, abocadas sobre el lienzo más por el impulso que con intención. No recuerdo qué estudio de la neurociencia propone que antes de dar la instrucción a un dedo de nuestra mano para que se mueva, la orden ya opera en los canales motores; así que, eso de “sin intención”, habría que examinarlo. Desde ahí, del gesto primero, como decía, la figura se fue revelando como una aparición. La autora acabó por completar la silueta figurada con trazos negros y, poco a poco, atribuyó corporeidad con color a la mujer. Finalmente, hacia el sexto día, añadió pinceladas tanto simbólicas como ornamentales alrededor de la dama, ultimando una composición enigmática y sugerente, en la que los espacios en blanco alrededor parecen contener a la figura, asilada de toda realidad más allá de su ensoñación. Otro trabajo que considero magnífico de esta mujer que, en la década de los sesenta, utilizó la pintura cargada de un bagaje vital más que interesante y con un gusto estético a caballo entre distintas influencias, para poner voz a sus propias ideas. Autora de varios libros, conocedora de la personalidad humana a partir de sus estudios en psicología y filosofía, así como su formación como grafoanalista consultora, todavía quedaban rincones de su experiencia por nombrar y decidió verterlos al exterior a través de los pinceles. Experiencias o emociones, que tanto montan… Cuando expresarse es una necesidad, la mente encuentra los canales adecuados. En el caso de Montserrat, estamos ante una personalidad multicanal, capaz de exponer sus ideas a través de varias vías. Que el Museo de Arte Abandonado tenga parte del legado de esta mujer, es todo un honor. Como lo es, saberse receptáculo de tantas otras voces. A veces imagino el museo como el Banco Mundial de Semillas de Svalbard; un almacén donde se conservan muestras, en este caso germinadas, de la creatividad humana que en muchos casos nunca llegó a comercializase, pero que en su día alimentó la existencia interior de algunos seres humanos.
No me equivoco si pienso que el propio Julio o el mismísimo Gustav, admirarían el trabajo de Montserrat. Comprenderían su universo al primer golpe de vista. Captarían la sintonía con ellos. Y se enzarzarían en un trío de verbos y risas hasta altas horas de la noche. El arte ya tiene estas paradójicas similitudes, tan distantes en un principio, pero tan próximas a poco que observes sus melodías. ¡Qué placer!