Muelle del Puerto
Acuarela sobre papel. 47 x 63 cm. Firma ilegible. Datada en 1971. Al principio pensé que se trataba de una vedute más (obra manufacturada como recuerdo para turistas) elaborada en China. Cuando la fui a recoger (la verdad, con pocos ánimos) y vi el tamaño, descarté de inmediato que se tratara de un souvenir; éstos suelen ser pequeños y fáciles de transportar. La obra, con su marco, excede en dimensiones el objetivo de un simple recuerdo de viaje. Ya en casa, al observar la pintura con detenimiento, fue ganando mi corazón.
Identificas fácilmente el lugar. Casa de la aduana, Puerto de la Cruz. Por curiosear, salgo a pasear por la red. ¡Mira tú! “Gouache vintage español sobre papel, década de 1970. Puerto marítimo del Mediterráneo en España”. A 74,45 euros que la venden, el papel doblado y sin enmarcar. A eso debes añadir los gastos de envío. La vende Danda Productions, una galería online con sede en New York. ¡Recontramiratú! La firma se aprecia claramente: G. Abalos ’77. Ya tenemos autoría, pero ni jota del artista. Bueno… Indagando, indagando… “Abalos fue todo un personaje en el Puerto. Muchas acuarelas le vi romper al no poder plasmar el color que quería. Tardó bastante tiempo en adaptarse al colorido y la luz del Puerto. Aunque de Cuenca, su vista estaba adaptada al smog y los colores plomizos de Gerona. Sus acuarelas pintadas en invierno eran bastante buenas”. Texto encontrado en el Facebook de Fotos Antiguas de Tenerife, en una post donde se comentaba otra vista del Puerto firmada por Ábalos. Ahora les pediré que piensen un minuto en la de horas que paso ante la pantalla del ordenador rastreando información de cada pieza… Esta vez hubo suerte.
Cada vez que miro la acuarela, me parece pintada a palillo. Veo palillos por todas partes, pero son pinceladas. Gregorio tenía la costumbre de atacar la pincelada con trazo fino y concluirla del mismo modo. En grafología llamaríamos a esos finales de letra o de palabra, “acerados” y son indicativos de una muy alta sensibilidad; tan alta que, si la frecuencia es considerable, decimos de quien escribe que se aproxima a una conducta paranoide, que le impulsa a intuir enemigos o peligros donde no los hay. Es la sensibilidad que llevó al artista a romper muchos trabajos cuando no conseguía arrancar el color que deseaba, tal como se lee en la crónica anterior. Como ven, de nuevo no es tan solo la obra, son las historias que la acompañan, el aroma de otras épocas. La casa que está frente a la aduana ya no existe. Se substituyó por una de nueva planta hacia los noventa del siglo pasado. Tampoco varan en el puerto barcas con esos faroles que son señales también de otros tiempos, no tan lejanos, pero ya de imposible retorno. Son los modos propios de cada artista, la manera de ondular el agua, o completar los suelos… Maneras únicas, singulares e intransferibles… Porque somos, uno/una de cada. Seres universales en nuestra singularidad.