"Mi planta de naranja lima"
A las cuatro, en la madrugada del sábado a domingo, por una emisora de radio emiten “Un libro, una hora”. Allí se desgranan, entre comentadas y leídas, cuidadosamente y con tono exquisito grandes novelas. En mis desvelos, algunas veces escucho una. Ayer me pilló la vigilia a esa hora y emitían la obra de José Mauro de Vasconcelos (Río de Janeiro, 26 de febrero de 1920 – Sao Paolo, 24 de julio de 1984). Acabada la narración, mi almohada era el lago Titicaca, anegada en lágrimas. Mis ojos ríos sin freno, presas que abrieron sus compuertas para derramar tanto ahogo. Mi llanto incontenible se superaba a cada desencanto de Zezé, en cada golpe que recibía el niño, en cada tonelada de ternura que destilaba la novela.
Nunca me ha hecho llorar un cuadro. Hay pinturas que me conmueven, claro que sí; me dejan sin habla, sin poder apartar la vista de ellas. Pero ninguna ha conseguido lo que ha conseguido la literatura con mis tripas. Será que ya lo he visto casi todo y mis ojos se han acostumbrado a las más altas cotas de belleza y dolor. Será que la literatura se me adentra por otras vías que conectan directamente con algunos neurotransmisores y me dejan patidifuso. Con el teatro también me ha ocurrido algunas veces, pero menos. Lo de anoche fue catárquico. Diré también que llegó tras una semana de infarto. Muchas emociones acumuladas. Pasé de sentirme pedante, a impresentable, bufón, humano e incluso bondadoso. Pasé de la duda más extrema a la calma tras la tormenta. Bueno, lo he repetido insistentemente eso de que soy una montaña rusa emocional. Así me va. Sólo mantengo la calma en circunstancias muy extremas, incluso resulto muy útil cuando se trata de atender a otras personas. Y cuando analizo cuestiones externas y temas que manejo, de las que me puedo distanciar lo suficiente. Un inútil en todo lo demás. Y, pese a mi torpeza, camino. La ignorancia es muy arriesgada, me decía Ramón. Cuán cierto. Y aun así, camino.
La obra que acompaña este pasaje llegó a la colección hace unos quince días. La consiguió un promotor inmobiliario, junto con otras diez, en una vivienda que abandonaban los propietarios y no querían llevarse las pinturas de la mujer. Ya les iré mostrando más. Ésta me pareció bien extraña. Las burbujas contienen un árbol fragmentado, encapsulado en porciones. Es una técnica mixta sobre tela, de 90 x 50 cm. en la que se utiliza una urdimbre plástica en algunos círculos. Técnicamente tiene sus lagunas. Sin embargo, me atrae su planteamiento formal. Abundan las esferas en la pintura moderna, es un recurso decorativo muy utilizado. Incluso en ocasiones las esferas forman el ramaje de algún árbol. Pero no tengo constancia de utilizar los círculos para contener un árbol desmembrado. Muy de psicoanálisis. Por la noche, mientras escuchaba las desventuras de Zezé, esta obra pululaba entre las sombras del dormitorio.
Escribir me calma. Lo habrán notado. Manoli, ya estoy bien. Me hacen bien las sacudidas, es como el agua de carabaña cuando se precisa. Ya se fue la tele. Ya no suena tanto el teléfono. Empieza otra semana llena de actividades. El miércoles Gran Canaria, el jueves estudio de montaje, el viernes presentación, el sábado una performance… Círculos que contienen árboles.