El Pacificador (The Peacemaker) y el Arte
Me dispongo a redactar este texto y lo hago con el estómago encogido, embargado por la emoción, sabedor de lo que la obra, y no sólo la obra, también la persona de Francesc Torres, me provoca. De rebote, hablaré de gente valiente como el historiador de arte murciano Nacho Ruiz, que ha dado hogar en su espacio, la Galería T20, a la exposición más reciente de Francesc “ALELUYEA DEL ANARCOCAPITALISMO PARA ADOLESCENTES”, coincidiendo con otra fascinante exposición comisariada por el ínclito galerista. “EL SIGLO DE TEGEO” una retrospectiva del emblemático pintor murciano Rafael Tegeo (Caravaca de la Cruz, 27 de noviembre de 1798-Madrid, 3 de octubre de 1856). La clausura contó con la presencia de los reyes de Espanya. Dos eventos paralelos cuya coincidencia en el tiempo, ciudad y comisariado explican, de alguna manera, a mi entender, la barbarie actual y una de las fuentes primigenias de procedencia: la distinción del color de sangre entre humanos. Y lo mucho que el arte puede llegar a decir.
Francesc Torres me contó su trabajo para Murcia durante nuestro último encuentro en Barcelona el pasado noviembre. A uno le entran ganas de hacer una reverencia ante tamaña clarividencia. Todavía no sé si alcanzaré a poder ir a ver la exposición en persona. Seis cuadros descomunales, mandados a hacer en China en una de las afamadas escuelas de copistas en la población de Dafen. Más un libro y un revólver. La limpieza étnica colonial sobre el pueblo indio norteamericano expresada en las pinturas de Frederic Remington, en esos paisajes del lejano oeste. El capitalismo explicado en palabras del manual del neoliberalismo capitalista por excelencia de Friedrich A. Hayek “Camino de servidumbre”, en el que se deja constancia del siguiente axioma: “los avances en la planificación económica van unidos necesariamente a la pérdida de libertades y el progreso del totalitarismo”. Y sobre el libro, un colt 45, llamado en su tiempo “the peacemaker”, tal como se hace llamar ahora el psicópata presidente norteamiericano. Todo servido en forma de Auca catalana, una especie de colorín escenificado en viñetas donde contemplar el desastre mundial que se avecina, si no ponemos remedio.
El poder del arte para contar, para advertir. Velázquez lo hizo al retratar la idiosincrasia del papa Inocencio X. Picasso con su Guernica. Banksy en su arte callejero. El sábado asistí a la conferencia del filósofo brasileño Vladimir Safatle sobre aprovechar la “negatividad” como instrumento de cambio. “El discurso de la extrema derecha es muy racional; ya que quieren perpetuar su modelo productivo (capitalismo) para sobrevivir en el sistema, eso conlleva eliminar a las personas que sobran. Además, en cuanto llegan al poder, actúan sin importar las consecuencias”. La izquierda del estado del bienestar, cuando alcanzó el poder, no generó una transformación, no generó alternativas al capitalismo, se quedó en las promesas. Triste, pero real. Silvia se quedó con las ganas de exponer la dificultad de enfrentarse al sistema porque, cuando lo intentas, te ponen las armas en la sien. Miren la II República. Miren el caso de Podemos, más reciente. Ellos tienen los medios. El camino pasa por devolver a la persona el rango de persona, no de cosa. Y a la naturaleza sus propios derechos, como ente jurídico. Hay que reinventar el lenguaje. El neoliberalismo lo sigue haciendo. En psiquiatría el concepto “neurosis” (alteración provocada por un ente externo, las condiciones sociales) se ha substituido por “depresión”; algo que ha generado uno mismo, una misma. Al neoliberalismo le encanta el término “emprendedor”, quiere denostar el concepto “empleado”, le encantaría un mundo repleto de trabajadores y trabajadoras autónomas. Al poder le aterra el proletariado, sabe que, si se une, podría cambiar el miedo de bando. De ahí el fomento del individualismo donde todo amigo es un potencial competidor. Hay que hacer de la negatividad, un instrumento operativo generador de cambio.
En mi modesta opinión, el Museo de Arte Abandonado, también tiene su pizquita de aquello como modelo generativo de un nuevo paradigma artístico. “El arte cura, aunque sea bueno”. Esa es la cosa. No lo sé explicar mejor, lo siento. Suplo mis carencias con el texto de Francesc para su exposición en Murcia.