El mercado del arte, y Juzgados

Si te mueves mucho en el mundo del arte, algunos senderos te llevarán al cenagoso territorio del mercado… Entonces, tarde o temprano acabarás visitando algún Juzgado. Ayer le tocó a mi amigo Germán. Fue a cuentas de una tasación de obra de artista vivo, viajamos para el caso hasta Las Palmas. Se trataba de poner precio a unas 80 piezas de un mismo artista estropeadas por un escape de agua. El comprador las tenía en un almacén donde ocurrió el accidente. El informe de mi amigo atribuía un precio de 350 euros por cada una de las piezas de la serie que el artista vendió al comprador en una transacción sin más mediadores. La otra parte, contratada por el poseedor de las obras, tasaba cada una a 1600 euros. Sí, señoras y caballeros, esa es la diferencia.
Servidor ya ha vivido episodios de parecidas características en Juzgados. Incluso fui convocado a la comisaría de Vía Layetana, acusado de estafa desde Londres. Pero ayer fue distinto: puro placer al saberme tan lejos de ese ruidoso mundillo. Asistí a la vista como simple oyente, lo que me permitió “disfrutar” del espectáculo y oír a todos las partes. Abrió fuego el artista, quien declaró a través de videoconferencia, en una defensa un tanto desnortada y trasnochada de su propia obra. Luego la Doctora en Historia del Arte y perito tasadora; quien defendía el precio alto, los 1600 euros por obra. Se derrumbó como un castillo de naipes; en su informe constaba que como referencia tomó que el pintor era de la Generación del 70, que tenía su librito en la Biblioteca de Autores Canarios y que en su propia página Web tenía los precios de obras similares a la que se remitía; luego intentó argumentos deshilvanados que el juez cortó de raíz remitiéndola al informe pericial. La mujer no tuvo para nada en cuenta la realidad del mercado, marcada en gran medida por las salas de subastas. Resulta habitual, por no decir que es norma, esa desconexión entre el mundo académico y la realidad del mercado. Llegó luego el turno a la restauradora de la misma parte, que enmudecía ante las preguntas y parecía como en otro planeta. A continuación desfilaron los testimonios de quienes defendían la tasación a la baja, ajustándose a la realidad del mercado; mi amigo Germán y la restauradora. Si impera la lógica y el sentido común, el veredicto debiera ser contundente. Pero ya es conocida la ceguera de la justicia… Visto para sentencia. Así está ese patio. Así ha estado siempre.
Después la tarde deparó escenarios muy distintos. Rastros de olores complicados. Librería de viejo. Anticuarios de distinta ralea. Y taller de un artista espectacular. Pero esa última visita, la dejo para mañana.