Constantes de multiformidad variable
Tenía seleccionadas las dos pinturas a comentar. Las extraje de la bandeja de “nuevos” aunque hace más de medio años que están ahí. Me ocurre con algunas piezas, que no encuentro la manera de comentarlas. Hoy, al deslizar la pantalla para que asomen las imágenes de la carpeta, esas dos me saltaron al cuello. Sucede de tanto en tanto. Las coloqué en pantalla una al lado de otra y noté que deseaban hablar. Pero no las entendía. Finalmente comprendí que buscaban un título que las emparejara. Confieso que pasé unos veinte minutos asomándome al ordenador y deambulando por la sala del museo sin rumbo fijo, rastreando no sé qué en mi cabeza. De repente irrumpió una instrucción, corrí al escritorio y anoté: “variantes”. Acto seguido aporreé el teclado husmeando sinónimos que no me convencieron. En otro destello me abordó “multiformidad”. Sin levantarme de ahí, casi inmóvil, sentí la acometida lateral de la yuxtaposición “multiformidad variable”. Pero todavía faltaba algo que uniese aún más las dos pinturas que quería presentar. En esas, cuando volví a traer al primer plano, juntas, las pinturas en la pantalla, me susurraron satisfechas: “constantes”. ¡Eureka! Ciertos colores, la línea del horizonte a la misma altura, la ubicación de los elementos, unas maneras similares aunque muy distintas (de ahí la palabra “variable”). Sentí que el trabajo estaba hecho. Sólo quedaba explicar los pormenores del nacimiento del título. A veces me admiro a mí mismo.
Concluida la tarea, dedico el tiempo a vagar por el universo ingrávido de las hipótesis. Seguramente, pienso, siendo tan distintas personas, esas que pintaron cada cual su pieza, debieran tener algunas cosas en común. No es tan difícil. ¿Acaso no tengo yo algunos gestos o ramalazos, por mínimos, por residuales que sean, próximos a los de Trump, Chomsky (Noam), incluso a los de Grace Jones si me apuran? Pero todo esto carece ya de importancia; lo relevante quedó relatado en el párrafo anterior. Una última cosa. Es el aire, ese elemento invisible, el protagonista invitado en ambas creaciones. Uno espera que las aspas de los molinos se muevan, como espera ver agitarse las ramas de ese árbol en la otra pintura. Suele ocurrir, que la magia nos rodee y no somos capaces de sentirla.