Ave marina

Quería ser gaviota, pero no alcanzó el rango. El título lo sugiere mi amigo Pedro, gran documentalista de la naturaleza. Le pasé la foto para que opinase si la pose del ala era natural, o forzada para encajar al bicho en el cuadro. Forzada, claro. Y que no era una gaviota, que lo dejase en algo más genérico como “ave marina”. Qué cosas, eso de lo genérico; evita errores, y evita que el dedo de la acusación te señale por haber metido la pata, acto irrefrenable en los mundillos donde se revisa todo con lupa, para ver los errores ajenos. Aunque a mí me encanta que me corrijan, que me den algún dato que yo no controlé, o amplíen con nuevas informaciones el asunto que trate. “Ave marina purisísima” pues.

Es la tercera y última de las obras que aparecieron en un contenedor en Tegueste o Tejina, ya no recuerdo. Se trata de un acrílico sobre tabla, de 35 x 49 cm. firmado Dávila en 1992. Treinta y dos añitos que lleva volando sin descanso el animal. Por fin dio con un islote donde descansar. Aquí estará bien. Tiene sus detalles interesantes, sobre todo en un análisis de lo micro. Está elaborada a partir de cientos y cientos de pequeñas pinceladas que más parecen un trabajo de plumilla. Infinita paciencia. El meticuloso gusto por el detalle, significó la perdición para Dávila. Descuidó lo global, el porte, la elegancia, lo grosero de la forma que, de acertar, hubiera atribuido gracejo y lustre al ave. Pero no. Se volcó en lo mínimo, en lo minucioso. Con el océano ocurre lo mismo. Mil pinceladas no consiguen lo que otras posiciones ante el lienzo logran en tres pinceladas gruesas. No hay mar, es decorado. Y me gusta mucho la ubicación del horizonte, pero no sirve. El ave se cae, el agua se estanca, el cielo no muta a un poético éter. Con todo, la obra me parece de una contundencia brutal. El ave incluso da un poco de miedo… “Un bon dia, o potser una nit / prop del mar jo m’havia adormit / quan de cop el cel s’omple de llum / i un ocell negre eixut, sense venir d’enlloc”. Así empieza la estremecedora canción de María del Mar Bonet, “L’ Aguila Negra”. Pero este bicho no me llevará al mundo de la infancia, porque sabe que no la tuve, o que desde siempre quise olvidarla. Voluntariamente la tengo detrás de un montón de obras a la espera de llevarla a otro espacio de almacenaje. La guardo para exposición sobre “Fauna abandonada”. Se sorprenderán, cuando se muestren la de bestias que la gente deja por ahí en los contenedores… hasta unicornios, oigan, hasta eso.