Vivir es complicado, dormir también

Son las dos y poco de la madrugada. Desperté en medio de una pesadilla en la que mi hija menor estaba en serio peligro. Duermo con la radio bajo la almohada desde que tenía doce o trece años y, esta noche, las noticias de las inundaciones en Valencia eran puro dramatismo. Mi hija está estudiando en Valencia capital, sabía que está bien, pero los sueños van por donde quieren. La hija mayor de mi mujer, por la que también daría la vida sin dudar un segundo, madre de un niño de dos años, me dijo hace unos días que imaginar lo que ocurre con los niños y las niñas en Gaza y no poder hacer nada, le quita las ganas de vivir. Utilicé un lenguaje muy duro para disuadirla de cometer alguna tontería. Ha escrito un libro potentísimo que acaba de entregar a alguna editorial a ver si lo publican. Su forma de escribir es carne viva; no hay piel que la proteja, incluso la brisa al posarse en cualquier parte de su ser, duele. La literatura, el teatro, la pintura, siempre han sido refugios atómicos en los que me guardo y hago acopio de valor para levantarme de la cama a diario. El Museo de Arte Abandonado significa mi penúltima trinchera, de ahí el empeño. Abordar cada pintura con estos comentarios, es mi bandera blanca que asoma a la superficie pidiendo paz.

Traigo a estas horas intempestivas una pieza a medio camino entre la artesanía y el arte. Se trata de un pirograbado policromado de la primera mitad del siglo pasado, que procede de la escuela bretona. Representa pescadores del puerto de Concarneau, en la Bretaña francesa. Un trabajo inspirado en una obra de Touzalin (no encuentro de él referencia biográfica alguna) que adjunto en los comentarios. Por lo que parece, ha sido ampliamente replicada en forma de pirograbado (efervescente manualidad entre los años 20 y 30 del pasado siglo) en aquella zona de Francia. El trabajo que traigo aquí, mide 40 x 59 cm. Encuentro otro de iguales características ligeramente mayor (lo muestro también en los comentarios). La gran similitud hace pensar que se trata de una réplica industrial, pero no. En la tabla que ha llegado a la colección se nota un punteado a punzón que luego el ariete al rojo vivo que dibuja sobre la madera, se ha encargado de ir uniendo hasta formar las siluetas de personas y cosas. Es de suponer que hay una plantilla sobre la que se marcan esos puntos guía con el punzón, Pequeños detalles, como el nombre de la embarcación, distinguen un trabajo de otro.

Buscarse el sustento es complicado. Esos pescadores, las largas y gélidas noches en sus barcazas. O las manos de cualquier persona que realizó esta pieza y otras muy parecidas, para venderlas como souvenir a turistas con un mínimo de sensibilidad. Todo requiere de gran esfuerzo. Inventarse una vida es un asunto serio; vivirla, más.