Purpurina en El Teide
“Grazie Tenerife di tutto l’amore che mi date Angeli dio. Donatello, 28 – 7 – 21”. Técnica mixta sobre papel, de 23 x 34 cm. La leyenda en italiano aparece en el reverso de la obra, sobre un cartón ondulado que cierra por detrás. La caligrafía, entiendo, pertenece a una persona de edad.
Había visto yo nieve sobre el Pico, el sombrerito, nubes que lo cubrían, lluvias, vientos, intensa calima… Pero nunca purpurina. Es la manera que tuvo Donatello para dar las gracias a lo que la isla le dio. ¿Quién será Donatello? ¿O será Donatella? ¿Qué hacía aquí? ¿A quién le regaló esta pintura? ¿Cómo acabó en la basura?
Un bello atardecer. Sin complejos. De gestos cortos, yuxtapuestos y nerviosos. Colorista y casi fauvista, pero no; mejor obsequioso, digamos. El mar de nubes como verdad y recurso. ¿Ven ese diminuto sol que acaba de ponerse? Un fulgor. Una puesta de estío, cuando el sol alcanza largo recorrido. Y los polvos de purpurina aquí y allá, como para aumentar el brillo, darle el esplendor que se merece, por si los colores fueran poco. Purpurina como les gusta a los niños, las niñas. Purpurina en la ancianidad. Cuando trabajé en la sala de subasta en Sitges, nos visitaba con asiduidad un afamado doctor de la zona. Entraba por aquella puerta vestido de astracán, sombrero y todas las maneras de caminar, aunque lo suyo era más bien siempre un desfile. Al verlo entrar nos alegraba la tarde. Médico de familia, hombre casado y con nietos decidió, un buen día, vivir como siempre había querido y salió del armario. Verlo, hablar con él, era puro gozo. Grosero y erudito, parlanchín y atento a todas tus señales. Hice algún negocio con él. Me atendió en su casa por lo menos, en un par de ocasiones. Pinturas que yo compraba por ahí y vendía a clientes cuyos gustos conocía, en la trastienda del negocio, como aguinaldo a mis esfuerzos por que la sala funcionara, a espaldas del dueño, claro. Quién no ha jugado a eso, alguna vez. Cada vez que pienso en aquel Doctor, recuerdo a Tino Casal. Estamos hablando del año 95 ó 96… Casi treinta años ya. De todo… Hay pinturas que me recuerdan la vida. Me gustaría que las hubiera también que hablaran del futuro, pero la muerte y el abandono siempre remiten atrás; igual ese es su mensaje de futuro, por lo que nos gritan, todas, que vivamos, ahora, todo. Y que le echemos purpurina al potaje. Son las 5:35 am.