Las pinturas de Imeldo
Existe bastante documentación en la red para saber quién es Imeldo Bello García (Puerto de la Cruz, 1947). He coincidido con él un par de ocasiones en las que no se medió palabra. Conozco someramente su obra, pero la relacionaba siempre con el color y el gusto por la vida. Son esas cosas que uno no sabe cómo se aposentan hasta convertirse en idea aproximada. De esas, tengo la mente llena. Aproximarme a todo, profundizar en nada ¿verdad Alain? Es que hay tanto que me llama la atención, que sólo puedo sumergirme unos pocos metros, en ciertos temas. Pensarán que ha sido la pintura uno de ellos, pero no. Igual siempre ha sido uno, el tema: las personas. Más que nada para intentar comprenderme a base de modelos externos, pero tampoco; bueno, tal vez un poquito. Eso sí, me doy por entender muy bien a los demás, para equivocarme luego mucho. ¡Por eso me gusta el color, y los colorines! Mi reloj es de un amarillo radical. Al respecto de los colores les recomiendo el Test de Lüscher. Brutal.
Estas cinco pinturas de 16 x 24 cm. en acrílico sobre papel, firmadas Imeldo en 2014, son colorines. Y algo más. Es lo que tienen las pinturas, que bajo los pigmentos siempre existe algo más. No es tan sencillo como aparenta. Les dejo una cita de Pere Llobera, que ya utilizó el historiador del arte, profesor, escritor y galerista Nacho Ruiz en uno de sus artículos. “Hay una ciencia del funcionamiento de los cuadros, y créame si les digo que es complejísima ya que no es UNA ciencia, sino un organismo vivo que muta en cada pieza como ciencia de ese único cuadro. La máquina líquida del criterio pictórico podríamos llamarla”. A partir de esa cita de Llobera, Nacho nos remite a la octava definición que da, el Diccionario, de “substancia”: “Realidad que existe por sí misma y es soporte de sus cualidades o accidentes”. Para que luego diga Alain, que profundizo poco. A veces, lo importante es saber dar con los tesoros que otros encontraron por ti. No sé si eso es profundizar, o rastrear, términos que, pareciendo opuestos, tienen cosillas en común. Pienso.
Las pinturas de Imeldo… Lo único, único, único que me molesta ligera, somera, superficialmente, es que remiten a un cierto infantilismo, que es premeditado. Ojo, que conseguir esa pseudofrescura, no es fácil. Inmediatamente diré que, también me ocurre, con las pinturas de Imeldo, que debajo de lo “pseudo” hay una lucha sin tregua con la vida. Sus pinturas son un partirse la cara con esa realidad tan gris, tan jodidamente obstinada en doblarnos la espalda. Por eso respeto profundamente el trabajo de este artista. Profundamente. Que hayan llegado estas pinturas a la colección me tiene dando brincos de alegría. Por otra parte, comprendo que, si Imeldo se entera, que lo hará, pueda herirse; pero sólo por unos segundos, de inmediato comprenderá el guiño que le ha hecho la vida con esas cinco obras que un día, hace diez años, salieron de su taller para acabar donde acabaron. Están en un buen lugar, Imeldo. Gracias por tus colores, por tus guiños, por esos cielos de tormenta, por esos acantilados y esos volúmenes rocosos conseguidos con tanto talento pictórico. De casta le viene al galgo… Muchas gracias por tu alegría.