El Cubano

El pasado viernes hice dos viajes al sur en busca de obras. Por la mañana me esperaba un argentino que tenía un amigo cubano con un garaje lleno de obras rescatadas de la basura. Efectivamente, el argentino tenía un amigo cubano con un garaje. Lo de lleno de obras ya era otro cantar. Una treintena de cuadros, la mayoría láminas y, la otra, copias sin interés alguno, dos o tres paisajes de escuela y sólo una barquita interesante. Les mostré cómo usaba la lupa para detectar las impresiones mecánicas. Finalmente, el muchacho argentino me preguntó si entre todas las piezas de allí, había alguna que fuera arte “de verdad”. Les señalé la barquita que les muestro. Me preguntaron por qué esa y no todo lo demás, tan bien hechitas que estaban algunas cosas. Resultó que la barquita era del cubano, pintada por él. No me atreví a responder pues quería yo volver a casa ese mismo día. A partir de ahí se le aflojó la lengua al caribeño y confesó que tenía el título de ingeniero naval, que recogía cuadros de la calle porque le gusta mucho el arte. Que su madre era profesora de Historia. Que lo suyo es a la joyería y reparar y vender motos y autos. Me enseñó el jeep con el que camina por San Isidro y ciertamente era una maravilla, igual que una de las motocicletas reparadas listas para la venta. Empezó a leerme los poemas que escribe… Luego la conversación derivó hacia lo social. Confesó que la gente le pregunta que, con tanto bueno que habla de su país, qué hace aquí; a lo que él responde: “¿Y usted, por qué vive? Pues lo mismo yo”. Luego ya, que si en cuba se han perdido los valores, que el mundo está desquiciado con tanto LGTBI, que si el hombre es hombre y la mujer es mujer… Un discurso machista de manual. Salimos de ahí (me acompañó Paola) con un fuerte dolor de cabeza. Antes le pregunté cuánto pedía por su barquita. Dijo que por menos de cien euros no la vendía. La pieza se quedó en el garaje, no tengo dinero yo para pagar el arte a precio de arte.
El viaje de la tarde surgió tras un mensaje de watsap. Mi buscador favorito en el sur mandó las fotos de una pintura firmada Millares. Incluso me dijo que la ha había estudiado con la lupa que le regalé hace tiempo y que no vio puntitos. Me pasó la nueva ubicación de su autocaravana allá en el Lomo del Camello, por San Miguel de Abona. A esos viajes salgo derrotado de casa; el porcentaje de posibilidades de toparme con un auténtico Millares, es ínfimo. Como así fue. Vivir, es un viaje me digo siempre que hago kilómetros. David ha encontrado auténticas maravillas en esos sures, piezas anónimas de una honestidad universal. Él consiguió la treintena de Lorenz Koppinger en un punto limpio de por ahí. En cualquier caso, cuando se trata de obras con firmas muy reconocidas, recuerdo a Jesús Castellano en su intervención para el documental sobre el museo. “Ata más el éxito que el fracaso. El fracaso te permite seguir investigando, buscando; el éxito te encadena a lo que el público te demanda”. Personalmente, vibro más con cientos de obras de la colección, que con un original digno de otro tipo de museos. Ya, ya, ahora me dirán aquello de… “No se hizo la miel para la boca del asno”. Y no seré yo quien replique a tanta agudeza intelectual; bastante tengo con tanta carretera encima.