Horror en el hipermercado, terror en los ultramarinos
¿Por qué recogí esta obra? Se trata de una arcaica cromolitografía del primer cuarto del siglo pasado. He visto algunas iguales a la venta en internet, tituladas en alemán: Das nesthäkchen (el polluelo, dice el traductor de google). Los precios oscilan entre los 18 y 800 euros. Obra y título me perturban hasta decir basta. Incluso miedo, me dan. De entrada, se me ocurre sugerir otros títulos: “Modelo caucásico”. “White power”. Incluso uno más: “Power rangers”. Por supuesto, añadiría “para montar en casa”. La pieza está adherida a un cartón, mide 35 x 77 cm. y está firmada por la Señora Laubnitz. Apoteósica.
Nótese el anillo de la mujer. Simple detalle que la despoja de lo virginal, para representarla humana, lo que, en consecuencia, deshereda al polluelo de cualquier signo de divinidad. El falso ídolo estudiará en una universidad privada de las más caras, se hará ingeniero y, años más tarde, diseñará algún eficiente artilugio bélico. Su hermana mayor seguirá viendo cómo le crecen los atributos masculinos al elegido, hasta que ya no pueda más, y se haga doctora voluntaria al lado de la resistencia francesa. Flota en el ambiente efluvios de alguna sustancia psicotrópica que permite alucinar querubines tras las cortinas. Eso, o son espías soviéticos camuflados.
El marco es otro detalle que me impresiona. No quiero ni imaginar el salón que presidió. Se reformó para ajustarlo a las dimensiones del nuevo motivo ornamental. De ahí el listón suplementario de la parte inferior. Las molduras añadidas me parecen fascinantes, y más cómo se han ido desprendiendo del soporte, dejando a la vista las escaras típicas del tejido necrosado. Parece que se consiguió atajar la infección en un determinado momento y todavía quedan unas cuantas decoraciones intactas. No obstante, intuyo que algo bulle en el interior de la pieza. Desde aquí, percibo cómo tras las cortinas los querubines me lanzan miradas maléficas. No me creerán, viniendo de rostros tan angelicales, pero es tan cierto como que los vapores que se desprenden de la obra, toman el salón del museo. Abriré las ventanas para que se ventile, o acabaré con la yugular seccionada en una profunda incisión oblicua de impecable ejecución, diríase que celestial.
Qué. ¿Da miedo, o no da miedo? Cómo iba a dejarla tirada.