Ludios

Parece sencillo, eso de tachar, pero no. Primero tuvo que suceder la originaria gravidez. Años más tarde, la sobrevenida natividad del hallazgo en otra isla. Después, la cuarentena preceptiva de tres días. Hasta que, finalmente, llegó el rojo para deshacer el camino y señalar nuevas veredas ocultas en los versos. Desbrozar para aflorar. Muestro sólo la página central del libro, con el dibujo de Jane Millares que ni se me pasó por la mente retocar. El objeto (libro) resulta ahora una maravilla. Me deshago en autoelogios.
La tarea requirió de elegir bien. Tan bien, que hubo de ser reescrita a mano sobre otras cuartillas. Ser leída hacia adentro atenta, despaciosamente. Superada la criba, llegaron las líneas del arado, la siembra, el brote y la sazón al unísono. Luego ya, a la sombra de un almendro, se pudo escribir el epitafio y rubricar la nueva constelación en el firmamento.