Millares, dos bodegones y una tropelía.
“El arte ─como las obras escritas o las composiciones musicales─ existe previamente a su conocimiento público: los estudios de artistas están llenos de obras en estado de realización o ya terminadas; los almacenes de los museos contienen obras en armarios archivadores deslizantes; en las calles podemos contemplar múltiples obras de arte, rebelde o institucional; en las casas particulares tenemos objetos y más objetos; hay obras que se han tirado a la basura, que se destruyen o que reaparecen al peso en mercados de desecho…” La cita es de un artículo en Vilaweb firmado por Joan Minguet. Nos ofrece una visión panorámica de la casuística que afecta a las obras de arte en un estadio final. Las que presento las rescató de un contenedor el artista Alexander Carballo, en el Puerto de la Cruz. Sesenta y nueve añitos tienen esas flores. Del autor, o autora, nada se sabe.
Desde el párrafo anterior, llevo media hora sin poder escribir una línea sobre las piezas. No me hablan. Se me ocurre preguntar a google “por qué se pintan bodegones de flores”. Sonrío al comprobar que me remite como primera opción a la página web “Cuadros José”, un blog de decoración anexo a la página de la tienda de cuadros en Palma de Mallorca, cuya historia se remonta a 1963, especializada en la actualidad en la venta online, u onliyú, no sé. “La representación de flores en la pintura. Bajo nuestro punto de vista, se empiezan a pintar las flores en detalle en el género pictórico denominado bodegón. Éstos utilizaban composiciones cotidianas, como por ejemplo una mesa de comedor con varias piezas de fruta, utensilios de cocina o cualquier elemento que formase parte del escenario, excluyendo las personas. Los bodegones son populares en aquellos que se inician en la pintura, pues les permite practicar conceptos básicos de la pintura como el encuadre, la proporción, las luces y las sombras, utilizando elementos geométricamente sencillos. Por ejemplo una manzana puede simplificarse con una esfera; Una botella la podríamos representar en un primer esbozo como un cilindro”.
Los lienzos de ambas obras parecen piel curtida. El tiempo ajó la urdimbre. Sin llegar a rajarse, presentan grietas como cicatrices. Resecos. El escaso pigmento que se utilizó, permite sutiles transparencias en algunas zonas. No me apetece comentar técnicamente la distribución de las pinceladas de los fondos, o la incidencia de la luz sobre las flores. Me pesan estas obras. Me pesan otros asuntos en la cabeza y no quiero pensar en pieles curtidas. En este largo proceso ya de escribir sobre arte, o a partir de obras de arte, me apetece muchísimo intervenir un libro de poemas de Juan Millares Carlo, “Preludios”, en la edición original de 1965. Se trata de la separata de la revista “Millares”. Una revista trimestral editada entre los años 1964 al 1967 de la que se editaron doce números. “Atentar” sobre el tiempo, marcar a tinta para siempre ese ejemplar. Crear algo nuevo deshaciendo lo antiguo, el original. Transformar; herir mortalmente. Siempre nos queda el ejemplar digitalizado que está disponible en la red. No pido que me entiendan, tampoco que me disculpen.