Encuentra las siete diferencias
Quedábamos a eso de las diez en la Galería Contrast, en el carrer del Consell de Cent. A veces todavía corría por ahí alguna de las dueñas. Alain tenía su búnker arriba, en la oficina, al fondo de aquel rectángulo de las maravillas. Mientras se hacía un cuscús con una lata de sardinas, o degustaba un gazpacho (su alimento preferido desde que lo descubrió en la península) hablaba o divagaba sobre cuestiones entre terrenales y divinas. Y de arte, claro. Defendía sus quimeras cual Quijote. Pasábamos horas frente a la pantalla asaltando la red dando nombres a diferentes blogs para dotarlos de contenido. Pasada la medianoche, salíamos a la ciudad en una ronda hacia ninguna parte. Yo el escudero Sancho. Empezaba la ruta en la sala de lectura de la Escola Elisava, pegada a las Ramblas. Allí repasaba la prensa del día y procuraba completar todos los juegos de entretenimiento, sobre todo el de encontrar las siete diferencias. “Mantiene la mente despierta, Jordi. Activa tu estado de alerta”. Después algunos bares de la Gran Vía, o el próximo Café de la Ópera. Por lo general lo acompañaba hasta su casa en el carrer de la Boquería (piso al que nunca me permitió subir por el celo a su particularísima intimidad), y yo cogía un Taxi hacia de nuevo hacia ninguna otra parte. Muchas veces también quedábamos en el obrador de la pastelería La Colmena, donde se congregaban extraños conciliábulos. Velázquez, Goya, Picasso, Beltrán Masses, eran temas recurrentes. Subastas, compras, ventas, anticuarios, viajes… Supe de Alain por boca de un amigo hace unos meses, sigue igual. Hoy acabo de encontrar este vídeo en las redes. Todavía el mismo tema, desde hace… Veinte años, como poco.
Me sobresaltó oír tu voz de nuevo, esa americana azul, esa corbata… Esa dicción parisina/ramblera. Sabes, Alain… Tal vez, y digo que sólo tal vez, haya encontrado un lugar para mí. Aún no lo sé si he conseguido detener el drama de mi vida; encontrarle un sentido. Por lo que veo nadie lo consigue, ni tú mismo. ¿Acaso el arte lo es? Y de serlo, es uno más. Tal vez, buscar el sentido a la vida sea la cuestión. ¿Recuerdas al amigo aquel de Enric, el que buscaba a Dios en los libros? Supongo que habrá muerto en aquella casa del Eixample, enterrado bajo el peso de sus anaqueles. Gurruchaga pasó allí unos días, empapándose de los ejemplares sobre María Antonieta. Lo ves, cada cual pierde la cabeza como quiere. Tal vez yo he conseguido perderla en un asunto para siempre: me hice con una colección de arte. No es como la tuya, por supuesto. No tengo un boceto importante sobre un famoso cuadro de Murillo que robaron de la Catedral de Sevilla. No tengo ningún Picasso. No tengo dibujos de Alonso Cano, ni Tapies, ni un Manuel Viola gigante. Ni tampoco acumulo ese saber erudito que te permite llegar al fondo de los pozos sin fondo de algunos asuntos importantes… Me ha emocionado verte. Me ha emocionado hasta la palpitación. Imposible no mirar atrás. Recuerdo que el 11S estabas en mi casa de Vilanova cuando cayeron las torres gemelas, todavía no habían nacido Maya y Pablo. Volviendo al tema… ¡Por fin descubrí de quién es La Doleur. Manolo Hugué! Tuve que ver tu charla para saberlo. Pero prosigo… Sabes… Andar perdido es una manera de andar. Igual es que tú sigues perdido sin saberlo. O sí lo sabes, lo sabes muy bien, y eres el sastre que hizo aquel traje al emperador. Ay Alain… Pronto no habrá tablón al que aferrarse. Te deseo lo mejor en el último tramo del río. Para entretenerte, para que entrenes, te muestro dos ejemplos de la colección de arte abandonado. Puedo imaginar tu gesto. Te llevarás las manos al rostro, mirarás al suelo y murmullarás que no tengo remedio, que era previsible… Anda, sonríe un poco. A Picasso le importa una mierda si La Doleur la damos por suya o no. Y a Velázquez si la Inmaculada de la National se la siguen atribuyendo. Te diré más, pienso que a la historia del arte tampoco es que le interese mucho. Ni tú ni yo importamos demasiado al mundo…
Y a ustedes, disculpen este discurso tan íntimo. Les animo a que ejerciten su estado de alerta. Encuentren las siete diferencias, o mejor, las siete similitudes entre estas dos piezas que desde hace más de un año están en la colección de arte abandonado y no sabía cómo abordar su comentario.