1919

Emocionalmente, y en otros muchos ámbitos también, soy un péndulo. A cada hora mi ánimo oscila entre el pesimismo y la ilusión unas cuántas veces. En este desarreglo vivo, acostumbrado. Comprenderán que el devenir de las noticias sobre el nuevo orden mundial que parece irremediable, me tenga en un brete. Pero cabeceo hacia el otro lado y comprendo que eso nos hacen creer, bastaría con parar, abandonar el péndulo y resultar lastre inmóvil. Parar el mundo un tiempo, hasta que tengan miedo. O hacer volar por los aires a unos cuantos, como hacen ellos con nosotros a millares.

Llegó esta minúscula pieza a la colección. Me recordó a Seurat, pero no, claro que no, y sí, claro que sí. Oscilo. Contemplé las ruinas del castillo y me recordó la situación actual. Consulté los aconteceres de aquel año en que pintaron al óleo este cartón de 17 x 12 cm. El gobierno mexicano asesinó a Emiliano Zapata. Claro, nos da pánico terminar como Emiliano, por eso Musk y Trump o Ayuso… Consulto a modo de ejemplo quién es el dueño del grupo Atresmedia y soy incapaz de vislumbrar la cabeza de la serpiente, sólo aparecen directores ejecutivos o presidentes de consejos de administración. Los peores, lo que ordenan a los otros, o se aprovechan de su psicopatología, no salen en la foto. Respiro hondo. Intento recordar con quién hablé el otro día de la canción “La fera ferotge”, de Ovidi Montllor y no soy capaz de dar con la persona. Ese nublarse la mente cuando alcanzamos una edad, me gusta. El domingo, acompañamos a un tío de Silvia a visitar a un amigo suyo; en una de esas, el hombre soltó con una sonrisa “¿te acuerdas Lalo, cuando éramos capaces de hablar de corrido?”. Detenerse, sí, para buscar el nombre, incluso la palabra… Detenerse…

El artista o la artista se detuvo unas horas frente al cartón que les presento. También sirve. Detenernos a pintar, o cantar, o a hacer la revolución… Todo eso cae del otro lado del péndulo. Somos el contrapunto del horror. Quiero ir a ver la exposición de Francesc Torres. No sé por qué me parece tan importante ese viaje… Oscilo, oscilo, oscilo. De la sonrisa a la lágrima y vuelta a empezar…