Cualquier noche puede salir el sol
Y se hizo cierta la canción de Jaume Sisa. La gente fue llegando, las galletitas saladas y el vino empezaron a correr. Presenté la exposición “COPIA, INSPIRACIÓN, NECESIDAD”. Presenté a la poeta y al poeta. Mientras creaban sus poemas, en medio de la celebración, las conversaciones cruzadas se sucedían, Otra botella de vino, más galletitas, y más encuentros… Cuando hubieron terminado su quehacer, la poeta y el poeta se unieron al vino. Al poco, volvieron a sus puestos y Sánchez Riblanco leyó su oda a la copia del cuadro de Renoir, “Lise cosiendo”. Enmudecimos. Se hizo un solemne silencio tras la lectura. Y luego sonó el aplauso atronador que se extendió por todo el pueblo desde esta humilde casa terrera convertida en museo. Después, por boca de Abilio, sonaron los versos de Candelaria Villavicencio que asentía en su asiento de oro. Hubo un estremecerse colectivo, de nuevo, y luego otro aplauso sentido, cálido, entregado, atronador tambien. Pedimos, de rodillas, que se repitieran las lecturas y volvió a suceder. No puedo explicar más. Todavía la emoción. No hace falta explicar. Aquí tienen estos tesoros. Y unas imágenes del extraordinario suceso.
MANUAL DE COSTURA. Sánchez Riblanco.
Abrácese la sal,
muérdase la pena,
deshílese la sangre
que turba la hora nunca dada.
Por un silencio enhebrar las lágrimas
por una ausencia acerar la aguja del olmo.
Aquí dejar al bies
un mal pespunte del deseo,
callar la noche, decir como bordarse.
Nochedumbre, mortal demora,
cose la dicción al dialecto labio
con que renunciar al alba.
Decir como quien teje la luz
que nos ha rendido en esta despedida.
Que nuestro aislado llanto
remiende el ligamento de cada olvido.
SIN TÍTULO. Candelaria Villavicencio.
Mil rostros que nos miran
con colores tocándose como
si tal cosa.
Acaso me tiran a la cara
las líneas que apenas
percibo.
Pero sé de esa multitud
tocándome, tocándote.
Yo mujer impura sedienta
de tu cuerpo.
Yo aquí dejándome
el sostén en el desván
Yo quitándome a trozos
los dedos de las manos
para liberarlos de tu cuerpo.
Yo mutilándome los labios
Para que mi voz no suene
en el suelo.
Y aquí de pronto
tú mirándome completa
con los ruidos dibujados
en mi cara
imitando un rostro
desconocido
un rostro que tal vez
fuese amado a la misma
distancia de nuestros ojos.
¿Me sientes?
¿Es eso importante?
Tal vez no.