"De setas...
de esas exuberantes y fantásticas criaturas de la sombra, de naturaleza carnosa, muy próximas al reino animal, dado que, en su composición, se incluían productos del metabolismo animal, proteínas, glicógeno… o sea, almidón animal. Y el doctor Krokovski había hablado de un hongo, famoso desde la Antigüedad clásica a causa de su forma y de las propiedades que se le atribuían, un hongo cuyo nombre latino contenía el epíteto de impudicus y cuya forma hacía pensar en el amor, pero cuyo olor recordaba a la muerte. Porque, curiosamente, era un olor cadavérico lo que el impudicus desprendía cuando de su cabeza en forma de campana rezumaba el líquido verdoso y viscoso que contenía las esporas. No obstante, los desconocedores de la materia seguían atribuyendo a ese hongo una virtud afrodisíaca”.
El texto pertenece a la página 528 del libro “La montaña mágica”, de Thomas Mann. Compara la seta, con la carne, y le atribuye la virtud de contener, en su forma fálica, el placer carnal y su contrario, la muerte. Por enrevesadas correlaciones, a mí, el texto me sirve para presentar la nueva exposición del Museo de Arte Abandonado. Comprendo claramente la correspondencia de esta muestra con ese texto; no la explicaré porque sé que eso es muy personal. Ojalá ustedes encuentren algún nexo de unión o, de lo contrario, empezaré a pensar en que mi brújula anda desnortada. Y cuéntenlo, si son tan amables. El cartel guarda otra metáfora, mucho más evidente. Me encantan ambas posiciones: la manifiesta hasta la obviedad, y la retorcida como el phalo de los cochinos.
“COPIA, INSPIRACIÓN, NECESIDAD”.