Manos

Llegó esta maravilla a la colección. Aún la he de ir a recoger, me espera tranquila en buenas manos. No puedo contener la emoción y por eso escribo sin conocer aún su tacto. Será arriesgado, sin duda. Su tacto, digo. Fue verla y quedar encandilado. Son las texturas, los colores, la composición, el brutalismo de las formas, la fogosidad, la sutileza, el candor y la fuerza de todo eso junto; el dejarse ahí la piel.
Estaba en la playa con mi nieto cuando me llegó la imagen a través del móvil. Dos años y medio, tiene el mozalbete. Le mostré la fotografía y le pregunté qué era eso. “Mano”, dijo. Imaginen. Qué emoción, reconocer que somos capaces de ver más allá de lo aparente, de lo seguro. Qué emoción al vivir en directo el origen mismo de una metáfora, como explicaba Vygotsky en su obra “Metáforas de la vida cotidiana”. Qué cerca su lectura, de la primorosa sencillez y el esquematismo de los podomorfos que dibujaron nuestros ancestros. Mi nieto, dos años y medio, lo vio. Con claridad, sin más, con la poca información que tiene del mundo. Así buscó en su cofre de memoria para dar rápidamente con el símil. Y no puedo decir más, siento que está todo dicho. El arte es capaz de hacer que vivas instantes así. Y yo, siempre con el miedo a cuestas, con lo sencillo que parece todo.