La guerra

La obra llegó hace unas dos semanas a la colección. Una pieza de 15,5 x 21 cm. sin firmar ni datar, dibujada en un papel de poquísimo gramaje, casi como papel cebolla. Todavía no sé si puede tratarse de un dibujo calcado por transparencia. En cualquier caso, el tema resulta inquietante, como siempre me lo han parecido los asuntos relacionados con las guerras. La necesidad o la querencia por inmortalizar instantes de una contienda bélica, hace que esos apuntes o piezas acabadísimas me parezcan, todas, máscaras mortuorias; con el agravante de representar, no el estado último desprovisto ya de toda angustia vital, si no uno previo lleno de pavor, ira, incredulidad, angustia, y no sé cuántos estadios más de la vertiente más irracional de la condición humana.
No sé a qué ejército pertenece la vestimenta. No tengo esa información en mis registros. Sólo puedo fijarme en el teléfono de campaña que sujeta el soldado que está sentado. El pasajero de la motocicleta, parece que lleva un carrete del que va soltando un cable; imagino que es la mecha de algún instrumento mortífero o destructivo. Hace frío. Se me hiela el corazón. Me entra miedo. Cuando ellos quieran llevarán a la “cultivada” Europa y al mundo entero a un escenario similar aunque con distintos instrumentos asesinos: oirás llorar a un niño, saldrás de tu refugio pensando que es el tuyo, y un dron asesino te acribillará. Ya está pasando en Gaza. Y cosas peores.
Sé que no basta con los buenos deseos para que las guerras se detengan. Sé que no basta con los pequeños gestos individuales. No sé qué ola humana, qué marea se ha de suscitar para que el miedo y la injusticia cambien de bando para que desparezcan con el esfuerzo común. Siempre he creído, siendo hijo de progenitores que vivieron el golpe de estado en nuestro país y el posterior genocidio, que las personas acabaremos un día con las guerras; sólo deseo que eso ocurra cuando aún sea posible disfrutar de nuestro planeta entre tantos millones de personas que todavía somos. Yo recojo arte de la basura, y escribo lo que me dicen los cuadros. Lo muestro y espero esa ola a la que subirme para llegar a esa costa de paz.