Unformed figure, 1953

Este es el título de la obra de Jackson Pollock (Estados Unidos 1912-1956) que mi amigo y director de los documentales del Museo de Arte Abandonado, Vicente Ulloa me manda desde Colonia; concretamente desde el Museo de Arte Contemporáneo de esa ciudad teutona, donde está de viaje con su hija. Que los amigos se acuerden de uno en sus viajes es todo un lujo; me confiesa que anda mirando por los contendores, pero que allí todo es orden y pulcritud. No sé si el Pollock es más de lo (orden y pulcritud) aunque pienso que no, que precisamente es algo contracultural, contracorriente. Resulta complicado de entender que tenga que ser mi amigo, en un viaje al centro de Europa, quien me mande una imagen que me haga venir de inmediato a la mente una obra de la colección de arte abandonado. Se trata de la que les presento. Llevaba meses y meses y meses en la carpeta de “nuevos” y yo sin saber tratar el tema. La he abierto varias veces para interrogarla; recuerdo que me sorprendió el papel, una pieza hecha a mano con miles de briznas residuales entrelazadas que refuerzan el sentido de la obra, y pintada con lápices de colores. No recuerdo bien las medidas pero pienso que rondará los 30 x 40 cm. Tampoco recuerdo en qué estantería de qué almacén la tengo ubicada. Por eso me choca que siga viva la impresión de la textura del papel, y también aquella sensación primera de: “a ver qué sale cuando aborde el comentario de esta pieza”. Pues ya ven, tuvieron que pasar meses y meses para dar con la clave. No es que sea un Pollock exactamente, ni tan siquiera tiene que latir en la obra la misma intención que en las del estadounidense. Sin embargo, una vez salta la asociación de ideas, resulta difícil quitártela de la cabeza. La obra de Pollock, como su biografía, conmueven de principio a fin. Resultaría casi imposible que el autor o la autora de la pieza que recaló en la colección de arte abandonado, la pueda igualar. Aparte de la potencia que transmite la obra de un artista, está su biografía y son complementarias, imposibles de separar y hacen que se retroalimenten. Servidor es un animal a la hora de poner etiquetas a las cosas y las personas; sí, soy elementalísimo y cruel, hasta el extremo de separar a los especímenes humanos en dos categorías: personas y no-personas. Siempre me he preguntado si en esa segunda categoría entran las “humanas monstruosidades”, gentes como Trum, Musk, Hitler o Heather Pressdee. Y otra pregunta que me acompaña desde siempre también, es si entre las no-personas, esas que pasan por la vida sin cuestionarse ni un punto ni una coma, son capaces de hacer arte. Yo, como supondrán, me catalogo dentro del grupo de las monstruosidades. Una vez, mientras esperaba a que cambiasen el aceite de un Ford que tuve hace mil años, me entretuve admirando una reunión de ventas que se desarrollaba en ese momento en una sala que podía divisar desde donde estaba. Al acabar aquella reunión, uno de los presentes, con camisa rosa y corbata, se sienta en uno de los escritorios de atención al público en la sala de exposición de vehículos; fui hacia él y le pregunté si el tipo de americana granate era su jefe, a lo que respondió que sí. ―Lo sabía ―le dije. ―Lleva el símbolo de gilipollas escrito en la cara. El muchacho aquel lo defendió de manera airada; le repliqué más o menos así. ―No te alteres, hombre. Recuerda que soy un cliente y solemos tener siempre la razón; además, te hablo con cierto conocimiento de causa, pue soy uno de los mayores gilipollas que te puedas encontrar en mil kilómetros a la redonda. Y no sé qué tiene que ver Pollock en todo esto, ni si Pollock se sentiría ofendido por la comparación que hoy les traigo aquí. Mi intención oculta ha ido fluctuando mientras se hilvanaba el texto. Ahora que concluyo sé perfectamente cuál era esa intención oculta. Si durante la lectura, consultaron a ver quién era Heather Ressdee, enhorabuena: entran directos, directas, en el grupo de seres vivos a los que llamo “personas”. Si no, tranquilidad; le seguiré brindando oportunidades. Siempre se está a tiempo de dar el salto. Que pasen un buen día.