Sobre la propia voluntad - o no - de la línea

¿Hasta qué punto dirigimos el trazo? ¿No será él quien nos conduce? “A mí también, un día, tarde, adulto, me dan ganas de dibujar, de participar en el mundo a través de las líneas.” Henri Michaux (Namur, Bélgica, 24 de mayo de 1899 – París, 19 de octubre de 1984) de su libro “Emergencias-resurgencias”, publicado originalmente en francés en 1972. Y sigue… “Una línea mejor que las líneas; y comienzo dejándome llevar por una, una sola que dejo correr sin levantar el lápiz del papel, hasta que a fuerza de errar sin fijarse en este breve espacio, tiene que detenerse obligatoriamente.” Y todavía más… “Quiero que mis trazos sean el fraseo mismo de la vida, pero suave, deformable, sinuoso.”
Montserrat Mira no es Michaux, pero noto en su trazo cierto “dejarse llevar”. Técnica mixta sobre papel, 50 x 70 cm. Circa 1967. Ya hemos disfrutado de otras pinturas de esta artista, la difunta madre de mi amigo Sergio. Trazos suaves, deformables, sinuosos… A Montserrat también, un día, tarde, adulta, le dieron ganas de dibujar, de participar en el mundo a través de las líneas… Qué placer, aproximar pasados tan intensos. Volveré a ver a mi amigo próximamente, me debato en la duda de si preguntarle todo sobre la faceta artística de su madre, o dejar que ella me siga diciendo con sus obras. Acabaré preguntando, lo sé. Quién se resiste.
El núcleo de todo, el nudo gordiano de esta historia propuesta por Montserrat, es el “me dan ganas de” que escribió el poeta y pintor belga, nacionalizado francés. Por cierto, nuestra artista también era de doble nacionalidad. ¿Obedece el “me dan ganas de” a una pulsión interna, exclusivamente? ¿Hasta qué punto una serie de condicionantes externos, no pautan nuestra voluntad? ¿Cuál sería el primer trazo de este dibujo; ese del que parte todo, el que tal vez guiase la mano de nuestra amiga? ¿Sabía Montserrat lo que quería dibujar? ¿Sabía que quería ese dibujo y no otro? ¿Se lo dictó todo ese primer trazo? ¿Hasta qué punto lo condicionó todo ese trazo primero? Oh sí, la línea, el trazo como estructura primigenia. Esa fuerza viva, no sé si con voluntad propia o no. Y anterior a ella, esa cosa tan minúscula, tan ignorada: el punto. El punto, sí. Estallido. Señal de partida. Verbo. Punto que, en un lugar estratégico, sirve de apoyo para mover el mundo, como defendería Arquímides… Excusa, añadiría yo, para que el verbo se haga posible, y surjan las ideas, las líneas y sigan las palabras… No ha hecho falta hablar de la obra, la obra nos ha hecho hablar, preguntar, proponer, averiguar… Les aseguro que, por hoy, pensaba dar por acabado cualquier acercamiento a la escritura, pero ya ven… Un punto, una línea, y… La vida. ¿Un impulso intrínseco? ¿Un concordato ajeno a mi voluntad?