La dualidad
Dua Lipa es una cantante albano británica y no, no hablaré de ella, o sí, porque siempre hablamos de lo mismo cuando hablamos; otra cosa es que se sepa de qué hablamos cuando hablamos, pues a las palabras se las lleva el viento y lo único que queda son las acciones. Bien es cierto que, sin palabras, somos incapaces de articular una acción coherente con visos de perdurabilidad, se trate de índole benévola o malévola.
El dibujo que les traigo pertenece a una hoja tamaño DINA3 más o menos, de textura rugosa y un gramaje próximo a los 180. Gastada por el tiempo, eso sí. Está dibujada por ambas caras. Contrastan los motivos. Andamos por algo que llaman navidad y servidor es ateo. Cada vez me cuesta más comprender el apego a una creencia religiosa. Pienso que, como creencia, son aprendizajes inadecuados, otra cosa es que nos percatemos o no. Y si me cuesta comprender, lo de respetar no digamos, cuando desde esas creencias se practica sin rubor alguno la superioridad, sea ética o intelectual. Clasismo. Pero que no cunda el pánico: la vanitas que aparece en el ángulo superior derecho de una de las caras lo resuelve todo.
Me sorprende el tamaño enorme de la firma. Cuánta presencia.
Iría yo desgranando pormenores de la obra a base de puntos y aparte, pero estamos en eso que llaman navidad y tengo que preparar una comida pantagruélica, más por celebrar que los días empiezan a ser más largos y festejar el retorno de la luz, que otra cosa. El solsticio de verano a mí me pone triste, pues ocurre lo contrario, que la nocturnidad comienza a ganar terreno. En cualquier caso, vivo siempre en un filo, al borde del desánimo más profundo y el optimismo más absoluto. Moriré pensando que eso es empezar a vivir, o algo así. No es creencia eso, es un producto de mi consustancial dicotomía, de mi inconstante incredulidad incomprendida, incapacitante para casi todo lo práctico, lo productivo, lo importante… O todo lo contrario… Dua Lipa…