El pájaro de fuego
Otra de las obras de Montserrat Mira que vinieron de Barcelona. Su hijo Sergio recordaba a su madre pintando este lienzo, acompañada por los acordes de la Suite de Stravinski. Óleo sobre lienzo, 50 x 60 cm.
Si observan los decorados y el vestuario para el ballet que da nombre a la pieza musical, tienen ciertas semblanzas con la pintura. Es como un aleteo desde un punto central, que toma fuerza para ocupar todo el lienzo. Blanco en el centro, ese color que simboliza la bondad, toma fuerza de los ocres para acometer su misión: rescatar al príncipe Iván del maléfico embrujo del mago Kaschéi. Imagino yo que el brujo no sería tan malo, y que su intención era la de librar al pueblo de tanta nobleza totalitaria. Finalmente tendría que ser la revolución bolchevique, y no un brujo bienintencionado, el hacedor del sortilegio. De ahí el color tierra, el gesto de lucha en la obra de Montserrat.
Pintar con la música… Los pinceles de Montserrat coreografiaban a su manera el ritmo de la música y la historia que contaba. Dejarse llevar por una idea somera, que la imaginación y el impulso hagan la tarea. Algo así como la escritura automática, pero en pintura. Observo en el lienzo una aleatoriedad imbuida de lógica, o de sentido. Se lo daba la música, claro. La música tiene esa capacidad de guiarnos por territorios míticos, por mundos reversos, por caminos sin señalizar, abriéndonos paso machete en mano, o pincel en ristre. He aquí un ejemplo. Al conocer la historia que cuenta el ballet, inspirada en los cuentos rusos de la época, me recuerda en algo a la obra de Àngel Guimerà, “La Santa Espina”, en la que el protagonista Gueridón, un joven mozo pastor de vacas, expulsado de la hacienda cuando los propietarios se enteran de los amoríos con su única hija, es embrujado por las espiritistas del bosque hasta que el amor de su adorada María, tras una rocambolesca historia, consigue rescatarlo del encantamiento. La obra de Guimerá es de 1907; y el pájaro de fuego de 1910. Ramón, mi maestro en todo este mundo de la pintura, ya me decía que, en la historia, muchas cosas se cuecen al mismo tiempo en lugares muy distintos; citaba el ejemplo de su empresa de ingeniaría de sonido, cuando fueron a patentar un ingenio a Suiza y encontraron que, un día antes, unos alemanes habían patentado la misma cosa. El Museo de Arte Abandonado también tuvo su alter ego, en fechas similares, en la imaginación de Luis Izquierdo-Mosso, plasmada en su libro “23 museos imaginados”… La vida es una concatenación de causalidades cargadas de lógica cuántica.